Ambiciosos priistas hundieron a Chetumal

Déjame te Cuento
Ángel Solís

Recuerdo que de niño acompañando a mi madre al Palacio Municipal capitalino vi subir por los peldaños a una mujer seguida de varios hombres. Al preguntar ¿quién era? me respondió que era la presidenta municipal, la maestra “Charito”. Ya en la juventud vi a esa señora ocupar distintos cargos en el gobierno y lamentablemente en mi madurez seguí viendo a esta mujer enquistada en el poder, así como a muchos viejos priistas que con su egoísmo acabaron con esta ciudad capital.

A punto de festejar los 50 años de historia del estado, los chetumaleños se encuentran sumidos en un abismo a expensas de que los políticos empoderados del norte del estado les avienten las sobras para que la capital pueda al menos conservar el nombre; esto es lo único que nos queda por la ambición de un grupo de priistas chetumaleños que hoy disfrutan sus pensiones y el dinero obtenido en poco más de 30 años que estuvieron colgados del poder.

Desgraciadamente esto ya se veía venir desde inicios de los años dos mil, porque con la llegada del chetumaleño Joaquín Hendricks Díaz a la gubernatura comenzó la destrucción de la emblemática Chetumal y el empoderamiento de grupos del norte, que comenzaron siendo “La Nueva Generación” de jóvenes cozumeleños. Ahora con la 4T son cancunenses provenientes de varios estados del país quienes tienen el estado en sus manos.

Los Abuxapqui, los Díaz Carvajal, los Yeladaqui, los Ovando y demás ex encumbrados apellidos chetumaleños no solo se colgaron 30 años de posiciones de la alta burocracia, sino que también impusieron a sus hijos y familiares en puestos directivos en el gobierno sin mérito o trayectoria alguna, relegando a seguir como carga maletas a decenas de jóvenes con estudios que pedían una oportunidad en la política.

La falta de verdaderas oportunidades dentro del PRI o en el gobierno provocó que esos jóvenes migraran a otros partidos e incluso a otros estados, donde lamentablemente para el ex partidazo tricolor hoy desde la acera de enfrente, enfundados en su mayoría en un chaleco guinda, observan la agonía y los últimos días del partido que les negó esa oportunidad.

No hay mucho que buscarle, porque esos viejos políticos que hoy gozan de un retiro y pasan sus días recordando sus días de gloria, evitaron que se llevara a cabo un necesario relevo generacional en Chetumal, bloqueando el surgimiento de nuevos cuadros y pisoteando a quienes levantaban la mano para ser tomados en cuenta.

Hoy, a 50 años de la creación de Quintana Roo como estado libre y soberano, a Chetumal no le queda nada. Con los dedos de la mano se pueden contar las posiciones que les fueron entregadas, a diferencia de los políticos del norte. Lo peor es que en esos cargos gubernamentales no pueden decir ni hacer absolutamente nada, ya que solo son simple adorno.

Lamentablemente, a esa clase política que surgió a inicios de los años dos mil y que se encuentra en otros municipios o incluso estados, poco le importa regresar para recuperar la ciudad que los vio crecer y salir adelante, dolidos por el maltrato que durante años les hicieron los viejos priistas que se enquistaron en el poder.

A punto de entrar en la madurez, con sus 50 años como estado, Chetumal vive sus últimos días como capital porque no existe un plan real para su recuperación, y es prácticamente un enfermo a quien sus hijos están dejando morir, pero no se dan cuenta que su muerte terminará arrastrando a todos al fondo del abismo.

Entre promesas hasta atole con el dedo, como el regreso de la Zona Libre fronteriza, el traslado de la Secretaría de Turismo y demás proyectos, pasaron seis años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Ahora estamos iniciando un nuevo gobierno federal y por lo visto los chetumaleños tendremos otro sexenio de puro atole.

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